En este viaje sin retorno, solo en nuestras manos está el ser un simple pasajero.
Si bien, incluso en un crucero de lujo, o llevando el timón de nuestro destino, aunque embarranquemos una y otra vez, si tenemos la disposición adecuada y no tenemos miedo a ser verdaderamente felices, seguro que al final del trayecto podrás sentir que todo, incluso los malas elecciones, merecieron la pena. Nadie te recordará por lo que hubieras querido hacer, sino por lo que hiciste.
Tu viaje ya no tiene vuelta atrás.